Fue el temido guardiña Piñeiro, teniente de la guardia fiscal portuguesa, quien colocó una cadena para separar lo inseparable cuando los militares portugueses se levantaron contra el régimen dictatorial de Oliveira Salazar, que llevaba en el poder desde 1932. En previsión de una invasión extranjera, Piñeiro cerró un camino vecinal en el pueblo mixto de Rihonor de Castilla y Rio de Onor de Portugal. Y se quedó con la llave. A pesar de las protestas vecinales ante tan absurda decisión, la cadena permaneció hasta 1990. Poco le importó a los agricultores y ganaderos de la zona que cruzaban cada día la raya a recoger sus frutos y pastaran sus reses.
En la década de los 70 del siglo XX la construcción de una presa borró un paso fluvial entre Cedillo (E) y Montalvão (P). Una empresa privada, Iberdrola, que gestiona una infraestructura pública española, taponó los ríos Tajo y Sever, subió el nivel de las aguas e impidió pasar de una orilla a la otra de una forma natural. La multinacional prohibió el acceso de los trescientos metros de vía de la presa que unen ambos lados de la frontera. Alrededor de cien kilómetros hay que recorrer en vez de los ocho de antes. Sábados y domingos abierto. Todo un desatino que privatizó una frontera pasándose por el arco del triunfo los acuerdos de Schengel.
Otro teniente de la guardia fiscal, Antonio Augusto de Seixas, desoyó la orden de disparar contra más de mil españoles que cruzaban la raya intentando llegar a Portugal huyendo de las masacres fascistas. Sucedió 21 de septiembre de 1936. Los habitantes y militares del cercano pueblo de Barrancos improvisaron un campamento clandestino para refugiados en la finca Ciotadinha, donde aguantaron hasta el 8 de octubre. Unos camiones del ejército portugués los trasladaron a Lisboa para embarcar hacia Tarragona, ciudad bajo el control de la República. La solidaridad de los barranqueños con los republicanos españoles fue tan ejemplar como silenciosa. La amistad de siglos y el apoyo mutuo entre gente pobre fue decisivo para salvar de los fusilamientos a sus vecinos del otro lado de la raya.
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