Poner un Quijote en su vida, hacerlo propio y darle un toque original, fue casi obligatorio para artistas de cualquier rama. Músicos, pintores,  cineastas, teatreros, escultores, cantantes y coreógrafos crearon cientos de caballeros andantes para darles su versión propia. Una vez vista la obra, leer el libro que tanto dio de sí estaba de sobra.

Afirmar que Cervantes nació en un pueblo que muestra su partida de bautismo, que el enigma del lugar de la Mancha del que no quiso acordarse ya está resuelto en otro,  que el Quijote vio gigantes en un cerro molinero unas leguas más allá, o que si estuvo preso en una cueva no muy lejos de los anteriores ni tampoco de un restaurante viejuno donde lo nombraron Caballero, forman parte de esas mentiras que con el tiempo parecen verdades. Pregonar desde el poder tan ridículas falacias enrojece a propios y extraños. 

Yo me quedo con los quijotes de rotonda que te reciben en los pueblos por los que paso. De chapa, de  hierro, o de cemento; con lanza o espada en alto, y alguno con un libro de los que no quemó el cura Pero, todos ellos son paticortos y alguna pieza les falta.  Esos sí que no los puedes sentar a tu mesa.
            
Manuel Ruiz Toribio.
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